Cuentan algunos que hace muchos, muchísimos años, Eudor, un apuesto joven griego salió a pasear por el bosque. El sol, brillando entre los árboles, iluminaba la espléndida mañana. Absorto con el canto de los pájaros y el vuelo de las mariposas, Eudor anduvo y anduvo sin darse cuenta de que abandonaba la arboleda. Continuó caminando mucho tiempo: recorrió prados, cruzó ríos, descendió un valle y escaló un monte. Al llegar a la cima se detuvo por fin, maravillado por lo que estaba viendo. Tuvo que frotarse los ojos para comprobar que no se trataba de un espejismo: las nueve mujeres más hermosas que jamás hubiera podido imaginar se encontraban allí, juntas, en lo alto de aquella montaña. Por un instante todos se miraron mutuamente con sorpresa, pero en seguida una de ellas rompió el silencio.
-¿Quién eres?
-Soy Eudor. ¿Y vosotras?
-Yo soy Calíope, musa de la Elocuencia, y ellas son mis ocho hermanas, todas musas de una o varias artes. Vivimos aquí, en el monte Parnaso, gozando de comodidades y entretenimientos, pero estamos solas. Por las noches, bajo la luz de la luna, ansiamos ser acariciadas por un hombre que nos ame, y, sobre todo, anhelamos tener un bebé al que arrullar en nuestros brazos. Tú puedes ayudarnos. ¿Deseas quedarte en nuestra morada y hacernos compañía?
Eudor miró de nuevo a las nueve jóvenes. Todas eran impresionantemente bellas. Imposible rechazar aquella oferta, pero se imaginó a si mismo recorriendo cada noche los nueve lechos y atendiendo durante el día a un sin fin de bebés llorando al unísono. Se agotó sólo de pensarlo. Entonces decidió establecer una condición.
-De acuerdo, acepto, pero seré esposo y daré hijos solamente a una de vosotras.
Las musas se removieron inquietas murmurando entre ellas. Quién sería la elegida, la afortunada que disfrutaría del calor de aquel hombre y realizaría su sueño de ser madre? Eudor tampoco sabía por cuál decidirse. Las nueve jóvenes, cada vez más nerviosas, alborotaban gesticulando en pequeños grupos. Finalmente Eudor anunció su decisión:
-Propondré varias pruebas eliminatorias; aquella de vosotras que logre superarlas todas será mi esposa.
Las nueve hermanas, juguetonas, aceptaron divertidas el reto; el concurso comenzó.
Clío, musa de la Historia, fue descalificada en la prueba de inventar cuentos de hadas; Melpomene, musa del Teatro, fracasó en la de responder con absoluta sinceridad a un interrogatorio personal; Talía, musa de la Comedia, no pudo permanecer seria ni la mitad del tiempo exigido...Y así, una a una, las candidatas vieron esfumarse las posibilidades de cumplir sus sueños. Todas menos dos. Erato, musa de la Poesía y Euterpe, musa de la Música, superaban con éxito todas las pruebas. Eudor les pidió que sonriesen con dulzura, que le hiciesen masajes relajantes, que cocinasen para él platos exóticos…Las dos resolvían las situaciones con idéntico lucimiento.
Al cabo de varias semanas de continuo examen, las dos musas estaban agotadas y Eudor seguía sin decidirse. Una mañana ambas hermanas se retiraron a conversar sobre el asunto. Un rato más tarde se presentaron ante el joven y le expusieron su resolución.
-Estamos muy satisfechas de haber llegado hasta aquí en este duro proceso, pero ya no resistimos más la tensión ni el esfuerzo. Hemos pedido permiso a nuestro padre Zeus para hacer algo por primera y última vez en la historia: vamos a tener un hijo entre las dos, que será nuestro y de nadie más. Tú, Eudor, puedes volver a tu mundo de hombres, nosotras ya no te necesitamos, ni a ti ni a tus abusos.
Eudor se vio obligado a abandonar el monte Parnaso y sus deleites. Erato y Euterpe fueron madres de un niño precioso, de temperamento variable (triste o dicharachero, dinámico o parsimonioso…) que fue siempre bien recibido en todos los lugares de la tierra y al cual ellas trasmitieron lo mejor de sí mismas. Las musas de la Poesía y de la Música pusieron por nombre a su hijo Canción.
viernes, 11 de abril de 2008
Cuentan algunos
Publicado por Klaus y Klaus en 4:27
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